El perro es un animal social que, históricamente, ha pertenecido a grupos cohesionados. Su correcto desarrollo está íntimamente unido a la jauría. Su adaptación como mascota, lleva implícita un nuevo orden social que al principio no será comprendido por el can. Es nuestro deber acostumbrar a nuestro fiel amigo a nuestro ritmo de vida para evitar que caiga en una depresión.
Llega la hora, volver a casa, después de una dura jornada laboral. Seguro que estás deseando abrazar a tu nuevo cachorro y jugar con él. Cuál es tu sorpresa cuando llegas a tu vivienda y el pequeño can ha destrozado el sillón o ha roto algún objeto de valor. Encontrar la vivienda con un aspecto similar al de una batalla campal es frecuente en hogares donde un perro tiene que pasar muchas horas en soledad.
El dueño se queja del estado lamentable en el que encuentra el mobiliario, puesto que el can se ha dedicado a roerlo. Además, el suelo puede aparecer cubierto de orines y de excrementos. A estos problemas hay que añadirle otros ajenos, como por ejemplo, que los vecinos no aprueben el hecho de que un perro se pase todo el día ladrando y aullando. Lo que el amo ignora es que su perro puede estar siendo víctima del estrés conocido como ansiedad por separación.
¡¡¡ Te echa de menos!!!
La soledad es uno de los traumas más difíciles de superar por parte del recién llegado al hogar. Nuestras obligaciones diarias nos alejan del domicilio y, en nuestra ausencia, el perro provocará destrozos de diversa consideración, además de llorar, ladrar y hacer sus necesidades en cualquier rincón de la vivienda. En casos extremos, se producen vómitos, autolesiones, diarreas, anorexia, etc. El miedo que siente el can puede devenir en un serio problema de conducta.
El perro codifica a su amo como la figura de apego, estableciendo un lazo emocional hacia nuestra persona sin el que se sentirá perdido y desorientado. Las reacciones de su pánico comienzan cuando el dueño se va; y es que el perro necesita su la cercanía física. Tenemos que reforzar su independencia haciendo que ejercer su nuevo rol sin padecer angustia. Es importante saber que no es problema de educación, sino de dependencia.
La ansiedad por separación se presenta en los perros tímidos y poco socializados pero también puede darse en adultos que provienen de albergues, aunque el porcentaje de perros con miedo a la soledad es más alto en cachorros de apenas dos meses. El can puede ser reincidente a lo largo de su vida o en momentos concretos de cambio de rutina.
Enséñale a ser independiente
Si los síntomas nos llevan a sospechar que nuestro animal de compañía puede estar sufriendo este tipo de ansiedad, debemos consultar con nuestro veterinario para que nos recomiende el tratamiento adecuado puesto que el perro podría necesidad algún tipo de medicación antidepresiva. No obstante, si detectamos el problema a tiempo antes de que se agrave la situación, podemos poner en práctica varios trucos.
Con objeto de acostumbrar a nuestro amigo a las horas que pasará sin tenernos a su lado, podemos probar a dejarle solo un minuto y volver; después cinco minutos y regresar, y así sucesivamente, pero aumentando el tiempo que estamos fuera. Uno de los errores más frecuentes es reprender al can cuando llegamos a casa. El perro no entiende el castigo a no ser que sea inmediato por lo que debemos ignorarle cuando se haya portado mal en nuestra ausencia.
El instinto de destrucción no es una estrategia de venganza, es una causa psicológica. Enfadándonos con nuestro perro solo conseguimos que se ponga peor. Lo que sí es aceptable es premiarle si todo está correcto con alguna golosina, pero dársela antes de irnos pone al perro en alerta. Tenemos que marcharnos de casa de forma natural para que el perro lo interprete como una rutina. Le mantendremos ocupado con juguetes y le sacaremos más a la calle para que tome confianza.